jueves, 8 de marzo de 2012

Orrios. Peirones.




Orrios. Peirón.
     Son tres, casi idénticos. Los he conocido desde niño, con su veleta forjada en hierro sujeta al viento. Levantados durante la primera mitad del siglo XVIII, por el tiempo en que se construyó la actual iglesia.
     Los fusilaron unos milicianos incívicos por destruir una imagen diminuta alojada en su hornacina, los mismos que dispararon al icono de la Asunción sobre el arco de entrada de la iglesia, los dejaron caer cuando asfaltaron las calles, los rescató un alcalde cuando llegó la ansiada democracia, los maltratan cuando las fiestas veraniegas por eso del botellón.
      En mi niñez nos servían de referencia en nuestros juegos de peirón a peirón.
      Forman parte de la identidad de Orrios.
      En Luxor, en París, en la plaza de Europa en Zaragoza, en la ciudad de La Romana en República Dominicana, en Roma, en Split he encontrado unos soberbios monolitos, unas esbeltas columnas que me devolvían una y otra vez a los más humildes, pero tan erguidos, de mi lugar de origen.

Orrios. Peirón. @cac



Inscripcíón. Peirón en Orrios. @cac
     En la inscripción se lee: A 12 de marzo de 1.739 Miguel Aragón y Margarita Ramo hicieron este peirón.

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