miércoles, 6 de junio de 2012

Esqueletos rotos: Masada de Peña Palomera



Masada de la Peña Palomera. Santa Eulalia del Campo. Teruel. @cac.
        

     Al fondo aparece la Peña Palomera y aquí, en primer plano, la masada del mismo nombre.
          Nunca sé por qué, de cuando en cuando, me pierdo por estos lugares limítrofes de las aguas, escasas, que vierten hacia el oeste al Jiloca y hacia el este al  Alfambra.
          Cuando uno viaja en coche por la A-23 y toma la carretera en el desvío desde Santa Eulalia a Camañas o Alfambra encontrará, después de recorrer unos tres kilómetros, en una elevación del terreno, después de pasar el pozo que dio de beber a sus gentes, los restos de lo que fue la masada de Peña Palomera.
          Son los primeros días de junio cuando camino por estos lugares. Mayo ha sido un mes de perros para la agricultura de estos pagos y no hay otro medio de vida. Al principio unos calores de verano, luego fríos por San Isidro, vuelta al calor y este comienzo de junio que ni se sabe. Truena por aquí y por allá pero sigue sin llover. Los trigos y las cebadas andan ralos y en algunos bancales no levantan ni un palmo. Hubieran querido beber pero se están poniendo pajizos sin aún espigar. Los labradores ya saben que este año se quedarán sin cosecha. Estas son las tierras que rodean a esta masada.

El pozo de amores imposibles. @cac.


 Antes de llegar a lo que queda del edificio, en lo más hondo abancalado, me encuentro con los restos del pozo. Me asomo por entre las piedras desmoronadas y los palos garciados que protegen a algún imprudente que se asome y compruebo que aún tiene agua.

El esqueleto de la casa demuestra la fortaleza de sus gentes. @cac

    Estos restos no me producen añoranza ni lamentos. No soy ningún urbanita que llega aquí pregonando el menosprecio de corte y alabanza de aldea. No. Estos lugares fueron abandonados porque no había más remedio, porque no se podía seguir aquí dándole y dándole a la labranza con los mulos un día y otro, y otro y otro, y el que viene también. Porque aquí, en estos lugares,  no se eslomaba sino el mediero, el aparcero masovero que llegaba con su mujer, algún hijo pequeño y los que iban llegando. El dueño del edificio y de la tierra aparecía de cuando en cuando por ver si estaba la tierra sembrada, por recoger la lana de las ovejas y, ya en el verano entrado, vigilaba la trilla y ataba los sacos de los granos. Aquí trabajaban el hombre y la mujer y los hijos que iban llegando. Ningún zagal podía ir a la escuela que, por lo memos, quedaba a un par de horas de camino. En cuanto se podía valer, así decían, cuando llegaban a los ocho o diez años, ya salían con una punta de ovejas o daban de comer a los corderos, o sacaban la mierda del gallinero. Cuando llegaba el momento, en la era, no bajaban del trillo dando vueltas y vueltas “tocando el par” sobre la parva. Eso si antes no se habían quedado en el camino porque la sanidad era la que era y la mortalidad infantil abundaba. Con doce o trece años ya enganchaban los mulos y ayudaban en la labranza y en los veranos le daban a la hoz, que aquí dicen corbella, y tendían los vencejos los más chicos para que el padre o los hermanos mayores ataran los fajos y los llevaran hasta la hacina, levantada en la era para iniciar la trilla.
La tapia cobijadora de los cierzos aún resite. @cac.


          Y las ovejas había que atenderlas todos los días y amamantar los corderos cuando parían refugiadas en los corrales de tapias de adobe protectoras de los vientos que aquí siempre sacuden. Heladores cuando ya en los otoños había que llegar hasta las carrascas cercanas para cortar la leña que no podía faltar, para comer y para calentarse.


La fachada mantenida demuestra que en tiempos fue hermosa y hasta altanera. @cac.
 

        Iban creciendo los hijos y los padres se sentían contentos porque tenían brazos para el trabajo. Y al mismo tiempo estos progenitores advertían que ellos ya habían hecho su vida pero sus hijos debían comenzar la suya y no sabían dónde. Los varones marchaban obligados a hacer su servicio militar en aquellos dolorosos años de posguerra. Algunos ya no volvían, se quedaban en los suburbios industriales de las ciudades. Los demás iban poco a poco siguiendo a los hermanos. Y las mujeres, aisladas y temerosas de las gentes, hacían todos los trabajos igual que los hombres y aún traían el agua desde el pozo, y mantenían la casa limpia, y lavaban la ropa de todos, y mantenían el fuego siempre encendido. Con la matanza del cerdo acudían gentes de otras masadas  y entonces se arreglaba algún noviazgo que crecía imaginado en la distancia lejana. No faltaban odios ni amores apasionados. Era la vida del día a día en estas tierras duras, inhóspitas y sin embargo de gente hospitalaria, aunque tuvieran el ceño arisco que no era más que un disimulo de su timidez por encubrir un afecto que no sabían cómo expresar.

Si las alcobas guardaban algún secreto joy queda al descubierto. @cac.
Aquí se cocieron amores y odios impoesibles. @cac.


          Llegaron los sesenta del siglo pasado y el tractor sustituyó a los mulos. Sobraban ya los brazos y el hambre era la misma. Las ciudades acogieron a los emigrantes y luego la urbe se los fue tragando. Quedaron los padres hechos unos viejos. Los que no murieron entre estos muros de adobe fueron acabando en los apretados pisos de las ciudades, algunos sin adaptación posible a aquel mundo que no era el suyo. Las tierras de la masada las empezaron a cultivar quienes se entramparon por años en la mecanización ya residentes en Santa Eulalia, Camañas o Alfambra.


Campos de soledad. @cac.

          Algunas masadas utilizaron tan sólo la paridera para el ganado. Otras, como esta, perecieron poco a poco bajo el efecto de la desaparición voluntaria de las tejas de la techumbre. Hoy ya sólo queda este esqueleto roto, abandonado, en medio de la tierra aún labrantía.
El esqueleto roto de la masada. @cac
          Lo contemplo sin más ánimo que aprender del tiempo. No sé si fue mejor cualquier tiempo pasado. El presente es hoy y el mañana no ha llegado. El camino se hace al andar. La vida es el camino de cada quien, con los que fueron y con los que somos. El camino de la vida tiene vaivenes, pero el agua que pasa no mueve molino.


          Sin nostalgia, sin falsedades urbanitas, mi mirada a estas paredes y al agua de este pozo es mi homenaje a las gentes que aquí vivieron. Por ellos vivimos nosotros.


Desde esta ventana se soñaron otros mundos. @cac.




No hay comentarios:

Publicar un comentario