Pues no.
Los hechos no fueron
como el runrún nos llegó durante los últimos ochenta años.
El runrún decía: “Se llevaron al cura a
Teruel para matarlo pero cambió la tortilla y mataron a los otros”.
No. No ocurrió así.
Vayamos a los hechos.
Dieciocho y diecinueve de julio de 1936.
Sábado y domingo. A Alfambra, situado a 30 Km. al norte de Teruel, en la
carretera de Alcañiz, llegan en esos dos días pocas noticias y confusas. El
autobús correo que viene desde Aliaga recoge en la mañana del lunes día veinte
a su Alcalde Martín Crespo Yago, al concejal Miguel Nevot Novella, al también
concejal Niceto Alegre Villalba y a su hijo Manuel Alegre Hernández de
dieciocho años. También va con ellos mosén Juan Pumareta Sánchez, cura de
Alfambra, de ideas conservadoras, cercano a los caciques y a la carlistada. El
cura ha venido manifestando sus diferencias con los representantes del pueblo
que proclamaron la República en 1931 y más aún desde las elecciones de febrero
de 1936.
En
Alfambra ha triunfado la candidatura del Partido radical socialista. Su
presidente, Gregorio Vilatela Abad, abogado y diputado en las Cortes
constituyente de 1931 era también diputado en 1936. Con él quieren consultar
los concejales.
Al
descender del autobús correo un grupo de falangistas los detienen. El día de
ayer, domingo, algunos guardias civiles y la pequeña guarnición del ejército
dirigida por el comandante Aguado les han abierto las puertas de la cárcel donde
se encontraban desde los primeros días de julio. Los falangistas de Teruel
habían recibido un escrito un mes antes de su jefe de filas José Antonio Primo
de Ribera en el que les decía que en cuanto el ejército se sublevara se
pusieran a su disposición con armas y apoyaran la sublevación.
El
cura queda libre, pero los demás son conducidos al edificio del seminario. La
sublevación en Teruel ha triunfado. Detenciones, tiros en la nuca,
fusilamientos siguen un día detrás de otro. Las últimas noticias que tiene la
familia Alegre son de finales de agosto de 1936. De Nevot nada se sabe. Hasta
hoy. Los pozos de Caudé se los tragan para siempre. Vilatela y Crespo son
conducidos a Zaragoza y fusilados en las tapias del cementerio de Torrero el
diez de agosto de 1936.
¿Y
el cura? Pues se alinea con los hermanos Pamplona, Manuel, Clemente y Ventura.
El primero jefe de la Falange en Teruel, el segundo subjefe y fundador y
director del periódico “Lucha”, el tercero, Ventura, cura y profesor del
Seminario, además de colaborador del periódico. A Alfambra no vuelve. El pueblo
se ha quedado huérfano de representantes en la Alcaldía. A finales de agosto
llega allí, desde tierras valencianas, la centuria 13 de la columna Torres
Benedito y septiembre se convierte en un mes tenebroso. Estos miembros de la
C.N.T.-A.I.T. se llevan por delante a doce civiles, hombres y mujeres
alfambrinos.
Si el cura se hubiera quedado allí es
muy posible que no hubiera salvado su vida. En realidad los concejales habían
velado por él. La población alfambrina se ha dispersado ante el terror de la
guerra. Algunas familias se encuentran en Teruel. El cura ejerce de tal allí y
hasta celebra las fiestas patronales[1]. Se
encuentra a gusto entre procesiones religioso-militares celebradas por el centro
de la ciudad bendecidas por su obispo Polanco, como recoge el periódico
“Lucha”. Decide dar un paso al frente y se alista como sacerdote voluntario en
el ejército de los sublevados franquistas. Con fecha 6 de octubre de 1937
aparece nombrado como sacerdote voluntario, destinado al grupo de ingenieros
(B.O.E. Burgos, Segundo año triunfal, 19 octubre 1936)
Termina la guerra civil en abril de 1939. El
sufrimiento de las gentes va a seguir. Es hora de ajustar cuentas. Cárceles,
depuraciones, fusilamientos, juicios sumarísimos, tribunales de
responsabilidades políticas, causa general en la que cabe todo. Es la justicia
al revés.
El fiscal general de la llamada “Causa
general”, Luis Martín Ballesteros, que luego será Catedrático en la Facultad de
Derecho de Zaragoza, pide, en 1942, a todos los curas de los pueblos de la
provincia de Teruel un informe sobre lo que llama “persecución religiosa”.
Mosén Juan Pumareta Sánchez es en esa fecha cura párroco de La Puebla de
Valverde, a donde se ha incorporado después de su licencia en el ejército
sublevado.
Llama poderosamente la atención su
respuesta. Transcribe la pregunta del fiscal a máquina con tinta negra y con
tinta roja su respuesta. No se limita a exponer unos hechos. Transmite algo más
y amplía las implicaciones.
Ahí les dejo el documento original
depositado en el Archivo histórico nacional. Los hechos son como son.
Quien quiera aprender que aprenda.
[1] El diario “Lucha” el día 1 de julio de 1937,
en su página 3 decía: “El día 3 del presente mes tuvo lugar una fiesta
religiosa en honor de Santa Beatriz, patrona de Alfambra, por los refugiados en
Teruel de dicho pueblo. Organizó la fiesta el cura Regente de esa Juan
Pumareta, celebrando misa don Ramón Gonzalbo, hijo de Alfambra y profesor del Seminario de esta
capital, asistido por don José Blasco y don Ramón Pérez. Predicó el M.I. Señor
don Javier García, Canónigo de la S.I.C. de Albarracin que tuvo palabras de
elogio para las fugitivos de Alfambra que en medio de sus tribulaciones
honraban a su patrona.
La
fiesta estuvo concurridísima acudiendo en masa los alfambrinos y sus amigos y
familiares de la capital. Un coro compuesto por cinco sacerdotes cantó la misa
dominicana.
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