miércoles, 17 de mayo de 2017

De un bando al otro bando. Comandante Virgilio Aguado.

7 octubre 1934. Bando del Comandante Aguado.





         Lean, lean el bando. Miren quién lo firma. ¿Les suena? 
Sí, Virgilio Aguado, el comandante militar de Teruel que menos de dos años después, el 19 de julio de 1936, pegaría otros bando, en forma de pasquines, en las columnas de los porches de la plaza del Torico, en Teruel. Justo sublevándose contra la misma República que legitimaba, y de qué forma, en 1934.
      De casta le venía al galgo lo de las atronadas militaristas. A todos los varones de su familia les gustaba el uniforme y el manejo de las armas. El ADN lo heredaron de su padre, también fusilero. Los cuatro hermanos, él era el tercero, todos al servicio de las armas.
      Con quince años, aún imberbe, ya desfilaba por los patios del Alcázar toledano, vestido de cadete infante. En cuanto pudo apareció por el norte de África, que para eso Melilla estaba donde se encuentraban las cercanías recordadas de Annual y las cabilas moras atraían a los paisas. Todo un honor para un militar africanista presumir de medallas colgadas por heridas al servicio de lo que decían su patria. 
      Pero ya en 1931 lo tenemos en Teruel cuando se ha proclamado la República y enseguida emparentado con el mismo  que la proclamó el 14 de abril, aquel José Borrajo Esquíu, con cuya hija María acabó casándose. Paradojas de la vida.
       Comandante de la plaza militar de Teruel, vamos el amo de un escuálido ejército bajo las torres mudéjares, con tan sólo ocho soldaditos a su mando para la talla física de la recluta en la caja de los mismos.
      Poco le debió gustar la proclamación de la República que había realizado su propio suegro, añorante el Comandante africanista de la dictablanda primorriverista instalada con el Monarca borbónico disoluto llamado Alfonso, el XIII. Y aún menos le gustaron las reivindicaciones sindicalistas y el deseo del reparto de tierras por tantos campesinos irredentos, como demostró persiguiendo a quienes se reunían siendo más de cuatro, comos señalaba en el bando.
       Por eso se sintió mejor cuando los caudillistas lenguaraces de los partidos derechistas se instalaron en un poder con mesa de tres patas en el llamado bieno negro republicano.
       Así es que, en cuanto le pudo, dijo "aquí estoy yo". El día 6 de octubre de 1934 el general Batet proclamaba el estado de guerra en Madrid y el mismo día lo hacía Sánchez de Ocaña en la 5ª  región orgánica con sede en Zaragoza. Así, al día siguiente,  Virgilio Aguado lo hacía en Teruel ostentado su cargo de comandante militar, como se puede leer en el bando que les dajunto.
       Lean, lean y observen con qué vehemencia proclama el sometimiento a la República.  Por si no se aprecia bien lo transcribo tal cual se manifiesta en su bastarda letra  "Espero del patriotismo, sensatez y cultura de los habitantes de esta ciudad, que contribuirán todos al mantenimiento del orden público y asistencia a las autoridades legítimas de la República, laborando así por la consideración y prestigio del régimen Nacional, con lo cual no me veré obligado a emplear estas medidas extraordinarias para que no se altere la normalidad, que estoy resuelto a mantener en todo trance."
     Anda que no le vino bien ni nada, al loro como estaba con el ruido de mosquetones más que de sables, cuando se enteró del paso del Estrecho de Gibraltar por los regulares embarcados con los sublevados del general de voz aflautada, presumidor de cortar orejas y aún cabezas a quienes resultaban legionarios flojeras .
    Aunque ese día 19 de julio de 1936 tenía por encima de él a su teniente coronel García Brisolara se pasó por el arco de triunfo las estrellas y, como buen conocedor de  los escritos que el fundador de la Falange Española había remitido a todos los encuadrados en las centurias que saludaban con el brazo levantado a la romana, sabedor que le seguirían, se jactó envalontonado cuando puso aquel domingo una pistola en el pecho del Gobernador civil Domingo Martínez Moreno, diciéndole que allí quien mandaba era él.
    Y, de la misma manera en que publicó el bando del 7 de octubre de 1934, escribió o mandó escribir, sin ni siquiera pasar por la imprenta, los pasquines en las columnas de los porches de la plaza de el Torico la declaración de la sublevación contra la misma República de la que presumía enterizo dos escasos años antes.
      La que se armó fue gorda. Si en Teruel habitaba poca gente, en los días que siguieron, sólo quedó la sangre de muchos sobre los adoquines de sus calles y los terreros de alrededor.
     Le gustaban los tiros, a él y a muchos más. Los encontró en su propio cuerpo en 1938 en los secanos de Sarrión, porque las balas no respetan ni siquiera a los miitares.
    Luego le vinieron los laureles franquistas y otras gentes heredaron sus mieles y sus hieles.
      Y hasta hoy.

 
6 octubre 1934. Bando del General Sánchez de Ocaña.
 
Teruel. Plaza de el Torico. 1930.

 

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